ESPAÑOL

El mensaje del Padre Cavoli, escrito en su Autobiografía

“A MIS QUERIDOS “MARIGHANESI””

Les agradezco de lo más íntimo porque siempre me han animado al trabajo con su recuerdo de benevolencia y me han ayudado con sus oraciones y sus ofertas. Les agradezco mucho el “Obolo de la viuda”. Como las ofertas vistosas que varios entre ustedes, algunos fallecidos y otros que viven todavía, me han enviado. Las ofertas mayores me llegaron en los primeros tiempos de la obra y más de una vez me ayudaron a salir a flote en medio de verdaderas dificultades y a perseverar con constancia. Les conceda Dios a todos ustedes la recompensa merecida. Y les aseguro mi perenne reconocimiento. Si algún jovencito, al leer estas páginas, sintiese encenderse en su corazón el deseo de gastar su vida en el apostolado de la caridad para el triunfo de Cristo en el mundo, yo sería realmente muy feliz. líneas omitidas Al llegar a la conclusión de todo este rápido vuelo panorámico sobre el origen, el desarrollo y las vicisitudes de mi trabajo misionero en el Japón, me resulta natural volver con el pensamiento a la parábola del granito de mostaza que propuso Jesús a las muchedumbres que le rodeaban en la orilla del mar. “El Reino de los Cielos-dijo Jesús- es semejante a un granito de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Ella es la más pequeña de todas las semillas, pero una vez que haya crecido, llega a ser la mayor hortaliza y se convierte en un árbol de tal manera que las aves del cielo se van a descansar sobre sus ramas”(Mateo 13,31- 32). Un grano de mostaza eran aquellas 22 monedas apretadas en la mano y levantadas en el aire en un acto de Fe en aquel lejano septiembre de 1929. Que haya crecido y sea ahora un árbol, esto es evidente, y tenemos fundada nuestra esperanza que se robustezca y sea siempre más vigoroso. Es una consoladora realidad ver que muchos débiles y frágiles encuentren apoyo en él; y también es verdad que muchas almas encuentren en él su camino para el cielo. Con todo, no seré tan necio para gloriarme de ello, ya que el mismo San Pablo, refiriéndose a los frutos de su apostolado, decía: “Yo he plantado, Apolo regó, pero Dios ha dado el incremento”. (I Corintios 61) El mismo Jesús me amonesta con las palabras que dirigió a los discípulos: “Cuando hayan hecho todo esto digan: “Somos siervos inútiles”. Y en verdad es así.(Autobiografía 201‐202)

(Antonio Cavoli S.D.B. Misionero en Japó, Tokyo, enero de 1959 )