ESPAÑOL

“El grano de mostaza”

En el 1925 don Antonio se une al grupo de nueve hermanos salesianos, guiados por don Cimatti que partían hacia el Japón. Después de 45 días de viaje en barco, el 8 de febrero del 1926 llegan a Japón.

Don Cavoli es enviado a Miyazaki, en el distrito de misiones confiado a los Salesianos. Aquí ayuda con gran dedicación al párroco don Cimatti que, además del estudio del idioma japonés, está muy comprometido en la organización y en la formación de los cristianos,

En marzo del 1929 don Cavolli, es nombrado párroco en la Iglesia de Miyazaki, guía un grupo de Hijas de María. Les invita a buscar a los pobres, los enfermos. Después de esa propuesta se dio inicio a las visitas de las familias. Este es el origen del espíritu y de la actividad de la Congregación religiosa que será fundada después.

 

La mañana de nuestra salida de Turín, el buen Padre celebró para nosotros la Santa Misa en la habitación de Don Bosco. Al final de la celebración, nos dirigió simples y conmovidas palabras de adiós e inculcó la caridad como único medio, o por lo menos indispensable, para podernos acercar en el ánimo de este pueblo; (…). Acogí como un depósito sagrado las palabras del Padre, y los llevé siempre en mi corazón. A su tiempo se convirtieron en levadura de vida y de acción.

(Autobiografía, A los pobres se anuncia la Buena Noticia)



Hay necesidad de acercarse al que sufre y al necesitado con alguna cosa en la mano: con una manta para el que tiene frio; con vestido limpio e higiénico para quien está en el lecho que huele mal; con arroz para el que tiene hambre. Aliviar, es decir los sufrimientos del cuerpo, para tratar de persuadir que efectivamente hay un Dios que piensa en todos sus hijos. (…) De hecho, aquellos pobres ancianos, aquellos enfermos preguntaban: -¿Cuál es aquel Dios que me envía este regalo? Yo le debo agradecer. – ¡Expresiones conmovedoras, llenas de misterio!

(Autobiografía, A los pobres se anuncia la Buena Noticia)



Dirigiéndose a las jóvenes les dice: -¡Hoy comenzaremos una obra magnifica! Denme dinero para una; una sola moneda- Y cayeron en mis manos veintidós monedas. Alguna, más que otra, era dispuesta a dar más. No quise. Tomé el dinero, y dije a todas con ímpetu: -Quiero que nuestro trabajo comience con un acto de fe en la Divina Providencia.-

(Autobiografía, Un acto de fe decisivo)