ESPAÑOL

“Sobre tu palabra echaré las redes”

Don Cavolli no solamente piensa visitar a los pobres y a los enfermos, sino no más bien para que tengan una vida más humana, y proyecta la inauguración de un instituto que las acoja. Pero como la guerra comenzó a hacer estragos y las restricciones económicas de la Congregación, les resulta difícil encontrar atención y comprensión. Apoyado por su Superior don Cimatti, en este gran deseo, el 18 de diciembre de 1932 se inaugura finalmente el Hospicio. En Octubre de 1933 parte hacia Italia, donde por un año, dando vueltas y haciendo conferencias sobre la actividad de evangelización en Japón, recibe ofertas y apoyo para el hospicio.

De diferentes partes del Japón llegan jóvenes deseosas de servir gratuitamente en el Hospicio haciendo de ella su casa. Este grupo de jóvenes vendrá más tarde llamado “las Hijas de la Caridad”. Don Cimatti le indica a don Cavoli la necesidad de fundar una Congregación para la subsistencia y la gestión del Hospicio. Don Antonio, después de un tiempo de discernimiento, acoge la propuesta, e inicia la fundación de una Congregación religiosa femenina, inspirada a la vida de las “Hijas de la Caridad”

Así la Congregación de las Hermanas de la Caridad del Japón es fundada el 15 de agosto de 1937 y las primeras dos hermanas hacen los votos el 31 de enero del 1939. Don Cavoli trabaja mucho para la elaboración de las Constituciones y la formación de las hermanas. En el 1941, con la explosión de la guerra, la ayuda del extranjero comenzó a faltar totalmente. Las Hermanas para continuar la obra del Hospicio deben trabajar con mayor empeño incluso arriesgando la propia vida. El desarrollo actual de la Congregación se debe a los sacrificios de las hermanas de los inicios.

De esta manera, los trabajos de aquellas buenas jóvenes se multiplicaron sin control: preparar la mesa, mantener limpia la casa, lavar la ropa, ayudar al anciano y al paralítico, hacer los más humildes servicios, visitar las casas; y todo hecho con aquella serenidad y aquella permanente sonrisa típica de los japoneses, era como una alabanza continua que, de aquel bendito lugar, llegaban al Corazón de Jesús, fuente de la verdadera caridad.

(Autobiografía, Hacia el inicio de la Obra)



Dudé todavía de mí mismo. Pero al tercer intento, temí faltar a la obediencia, e inclinando la cabeza, le respondí con las palabras de San Pedro: “Sobre tu palabra echaré las redes” (Lucas, V,5). Estaba naturalmente lejos de imaginar cuál cruz había abrazado, con aquel “sí”, y, a la vez, cuánto bien la futura Congregación habría hecho, y cuánta consolación habría dado a mi vejez.

(Autobiografía, La idea viene del corazón apostólico de Mons. Cimatti)



Para el duro Trabajo y por las penurias que no tienen nombre, seis tumbas se abrieron el cementerio católico: para seis Hermanas.

(Autobiografía, Nadie tiene caridad más grande que aquél que da la vida por los amigos)



Las hermanas de la Congregación (Caritas), en los largos años de guerra, por la necesidad de vida arriba mencionados, habían forjado un espíritu de trabajo, de abnegación y de sacrificio –sostenidos por un espíritu de fe nada comunes y de caridad heroica- verdaderamente excepcionales; y su condición de trabajadoras en pobreza extrema habían ayudado a mantenerlas fuertes en la humildad y en la simplicidad.

(Autobiografía, Expansión)